Lina y las maravillosas estaciones

Lina vivía en una casita roja con techo rojo en las afueras del pueblo con su madre y su padre. Detrás de la casa había un exuberante jardín lleno de flores fragantes y árboles verdes. La habitación de Lina estaba en el ático, con una hermosa vista del campo circundante.

Lina tenía diez años, era una niña vivaz y curiosa. Tenía el pelo largo y rubio en trenzas y ojos azules que brillaban con curiosidad. Le encantaban las aventuras, correr por el jardín, trepar a los árboles y cantar con los pájaros.

La habitación de la niña era bonita y acogedora. En las paredes colgaban dibujos coloridos, flores bordeaban el alféizar de la ventana y un osito de peluche suave vigilaba en la esquina. A Lina le encantaba esta habitación, pero lo que más le gustaba era la vista.

Uno de sus pasatiempos favoritos era observar a sus vecinos desde la ventana.

Lina tenía cuatro vecinos especiales: la Chica Primavera, la Mamá Verano, el Tío Otoño y el Papá Invierno. Cada uno de sus jardines era único y Lina observaba con entusiasmo cómo vestían el paisaje con nuevos ropajes a medida que las estaciones cambiaban.

El jardín del Papá Invierno estaba cubierto de nieve. Las ramas de los árboles, decoradas con relucientes carámbanos, brillaban bajo el sol del invierno. El muñeco de nieve se erguía orgulloso en el centro del jardín, dibujando una sonrisa en el rostro de la niña. Los pájaros cantaban alegremente entre los arbustos cubiertos de nieve.

El jardín de la Mamá Verano estaba lleno de flores fragantes. Los rayos del sol bañaban en un brillo dorado a las mariposas que jugaban en el jardín. Las abejas estaban ocupadas recolectando néctar de las flores y los pájaros cantaban canciones alegres en las ramas de los árboles. También había una piscina refrescante en el jardín donde la Mamá Verano solía nadar.

En el jardín de la Chica Primavera, las hojas verdes frescas brillaban bajo el sol. Los pájaros anidaban en las ramas de los árboles y las flores perfumaban el aire. En el jardín, un arroyo gorgoteaba y el césped era suave, donde la Chica Primavera a menudo corría descalza.

El ambiente en el jardín del Tío Otoño era vibrante y sereno. Las hojas de los árboles eran de color amarillo dorado, naranja y rojo intenso, pero las que habían caído formaban una alfombra de colores en el suelo. El aire era fresco y refrescante. Cuando el Tío Otoño lo permitía, Lina saltaba alegremente entre las hojas.

Los cuatro vecinos a menudo discutían, a veces en serio, a veces solo bromeando. En una de esas ocasiones, Lina los observaba desde la ventana.

Papá Invierno, que siempre vestía como si fuera a ir a una expedición al Ártico, comenzó: "Damas y caballeros, ¿sabían que el invierno ofrece las mejores vacaciones? Además, ¿a quién no le gustan las guerras de bolas de nieve? Miren, ¡incluso decoro mi barba con nieve!"

Mamá Verano, que se autoproclamaba amiga personal del sol, se rió y respondió: "Querido Invierno, ¿pero qué haces cuando se te congela tu propia barba? El verano es el tiempo de la vida, las fiestas y las grandes fiestas en la playa. Y no olvidemos que me debes el helado."

La niña Primavera, con el aroma de las flores y la hierba fresca, intervino ligeramente: "¡Oh, queridos míos, no entienden nada de esto! La primavera da vida al mundo, las flores florecen y los pájaros cantan. ¿Y a quién no le gusta cuando finalmente puede quitarse el abrigo de invierno?"

El tío Otoño, que nunca se perdía una buena fiesta de la cosecha, asintió con la cabeza a la antigua usanza: "Bueno, bueno, niños, todo está muy bien, pero el otoño trae los mejores pasteles y las mejores manzanas. Además, si lo haces bien, ¡puedes comer la mermelada que hago durante todo el invierno! Y recuerda, mi estación también trae los colores más ricos."

Mientras los cuatro vecinos se burlaban unos de otros, Lina se reía y observaba. La competencia de las estaciones era como un show de comedia en vivo para ella.

"¡Ninguno de ustedes puede ganar!", les gritó, tratando de mantener la seriedad en medio de la risa. "¡Porque todas las estaciones son las mejores... cuando les toca!"

Los vecinos miraron a Lina sorprendidos pero divertidos, y de repente se dieron cuenta de que la verdadera belleza no estaba en la competencia, sino en la cooperación.

"Quizás tengas razón, Lina", dijo el tío Otoño, mientras los demás asentían. "¡Pero todavía tenemos que discutir quién hace la mejor mermelada!"

Con ese comentario gracioso, los cuatro vecinos regresaron riendo a sus propios jardines y a sus estaciones, mientras Lina los observaba feliz, sabiendo que le esperaban más momentos divertidos en los próximos días.